Tal es la pureza celeste de mi
inocencia, tal es el diamantino esplendor de mi alma de ardilla, que hoy me he
llevado, de golpe y porrazo, seis grandes decepciones entre las diez que
podrían haber sido en total. Aquí las enumero por orden de menor a mayor importancia: 1) “Si te orinas en la piscina te rodea una
burbuja roja”: mal, muy mal para mi pobre vejiga. Cuánto debió sufrir cuando
apenas llegaba al arriate, sacaba el miembro frío y ávido, y apretaba fuerte
entre los pinos. 2) “Si te tragas un chicle se te pega en las tripas”: muy mal
también para mi cultura gastronómica y mi estómago, al que nunca permití
experimentar el fenómeno. 3) “A Ana Obregón le explotó un implante de silicona mientras
volaba en avión”: este ha sido el fin de uno de los mayores sufrimientos de mi
febril y tierna imaginación. 4) “Si dices Verónica tres veces delante de un
espejo se te aparece un fantasma”: juro por las juntas de mi cuerpo
invertebrado que no sólo susurré su nombre muchas veces sino que la llamé a
voces y también le puse una generosa ración de ibéricos en la jabonera del
lavabo. Nunca apareció la muy zorra. 5) “Si te achinas los ojos puedes ver
perfectamente las pelis codificadas de Canal Plus”: mi espíritu de la picardía
en siniestra alianza con mis ojos de cuchara siempre lo intentaron sobre las
seis de la tarde, justo a la hora de los filmes de acción. Y por último, la más
demoledora, 6) “Los monos marinos”. Juro por las entrañas de David Copperfield que
yo tenía uno vivo dentro de un tarro de cristal. Y es más: creo que aún lo
tengo por algún rincón de mi escritorio junto a la dentadura de oro de mi
abuelo y la cabeza reducida de mi ex vecino.